
En la quietud de la noche, un resplandor anaranjado rompió la penumbra en un terreno baldío al oriente de la ciudad.
La vegetación seca, combustible perfecto, ardía y amenazaba con llevar las llamas más allá, tras cruzar una malla ciclónica.
Las autoridades ya lo habian visto y tenia tiempo quemándose sin respuesta efectiva, pero tras el reporte ciudadano de esta noche, otro nombre: la Vieja Guardia. Este grupo de voluntarios, de emergencias, no dudaron en calzarse las botas y salir al frente.
Armados con una peculiar herramienta, una mochila equipada con un motor que permitía esparcir agua a presión, los miembros activos del grupo se adentraron entre la maleza ardiente que estaba en el inmueble de las avenidas Plutarco Elías Calles y 4a del sector sur.
Esa noche, no hicieron falta sirenas ni reflectores. Solo la voluntad férrea de quienes no olvidan que servir es su manera de estar vivos.