Delicias… el camino del trazo seguimiento…

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Contextos y Pretextos
Miguel Herrera Golarte / Editorialista

Delicias… el camino del trazo seguimiento…

“La memoria es flaca y engañosa”

“La memoria es la riqueza de una vida bien vivida”

Cómo es de ustedes sabido, mis amables lectores, el pasado 12 de abril de 2024 Ingrid Yolanda Navarro Hernández y su servidor Miguel Herrera Golarte pusimos a consideración del público en general pero especialmente de los DELICIENSES… por nacimiento, afinidad o adopción el libro DELICIAS EL CAMINO DEL TRAZO… la edición fue de 3,000 ejemplares de los que ya se distribuyeron más de 2,650 en su formato físico… desde ese día está a disposición en las páginas de internet del municipio de Delicias (delicias.gob.mx)) y del Diario de Delicias https://eldiariodedelicias.mx/flipping-book/delicias-el-camino-del-trazo-4/index.html – snr-flippingbook/1… En forma GRATUITA el libro íntegro.

En la página 86 asentamos:

“Estimado lector:

En este prolijo recorrido histórico sobre EL Camino del Trazo de la ciudad de Delicias, hemos privilegiado reflejar diversas influencias sobre los orígenes y motivaciones del autor del diseño, el ingeniero Carlos Guillermo Blake Arias, dejando a un lado suposiciones sin sustento.

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Esperamos haberlo logrado, ustedes tienen la última palabra.

Los autores Ingrid Navarro Miguel Herrera”

Los autores adicionalmente ponen a disposición del público en general los correos ingridnavarro@gmail.com y mhgolarte@hotmail.com para recibir cualquier comentario que enriquesca la aportación.

LES COMPARTIMOS LOS COMENTARIOS QUE EL DELICIENSE DOCTOR LUIS ABOITES AGUILAR NOS HIZO LLEGAR DESDE LA CIUDAD DE MÉXICO… vía correo electrónico.

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Comentario sobre Ingrid Yolanda Navarro y Miguel Herrera Golarte, Delicias, el camino del trazo (Delicias, H. Ayuntamiento, 2024).

Luis Aboites Aguilar, mayo 2024

Hay que dar la bienvenida amplia y efusiva a este nuevo libro de historia de Delicias, nuestro terruño. Cabe extender la felicitación a los dos autores y a todos los que de alguna u otra manera se involucraron en la tarea de dar vida a esta publicación. Es una magnífica noticia.

A continuación, anoto algunos de los motivos para el regocijo. En primer término, la investigación documental tan acuciosa que la respalda. Los autores hacen gala de una combinación de fuentes que emplearon para escribir su trabajo. Van desde las más comunes (como los libros conmemorativos publicados por el Club Rotario, en 1958, 1983 y 2008), hasta documentos nacionales menos conocidos (como los planos de las ciudades de Pabellón y Anáhuac, el artículo de Ignacio López Bancalari, alto directivo gubernamental, sobre las ciudades agrícolas, y los planos de varias colonias de la Ciudad de México), pasando por fuentes internacionales por entero desconocidas por este historiador (planos de La Plata, ciudad argentina fundada a fines de 1882).

El segundo motivo es que deja atrás la idea o la noción tan socorrida de “vencedores del desierto”, expresión de una época en la que ciertos grupos de la localidad (y del norte, como algunos laguneros) se sentían con tamaños para declararse vencedores de una guerra declarada por ellos mismos. La naturaleza, en este caso el “desierto” (como se llama a la simple aridez), jamás declaró ninguna guerra. En esa medida aquella presunta victoria es por entero infundada, pues es resultado de una guerra emprendida por un solo bando. Hoy día, con escasas corrientes superficiales que mantienen bajos los almacenamientos de las presas y con problemas de sobreexplotación de los mantos subterráneos, es difícil sostener la idea o noción de cualquier victoria sobre el muy mal llamado “desierto”. Y menos con las extensas superficies de nogales y de alfalfa que consumen la mayor parte del agua disponible. Ni nogaleras ni alfalfares tan extendidos existían en 1933, fecha de fundación de la localidad, o cuando Delicias cumplió 25 o 50 años. Son parte de la historia, pues.

El tercer motivo para fundamentar el regocijo que genera la aparición de este libro es que apela a un elemento singular de su naturaleza más originaria, a saber, el trazo urbano. Era el más moderno que existía a inicios de la década de 1930 en México y en otros lugares del planeta. Se cambia así la presunta victoria sobre el medio natural por un elemento más concreto (y secular), como lo es el trazo de la ciudad. Delicias nace con una cuadrícula en la que destaca un centro (a la postre un reloj público), con avenidas diagonales que unen las glorietas (el mercado y las plazas públicas) y con una avenida ovalada, la “Agricultura”. El presidente municipal se suma al cambio, pues tampoco menciona a los “Vencedores del desierto”. Con este libro, tal frase pasa a ser parte de la historia, del pasado, componente de una identidad local que se mantuvo vigente entre algunos delicienses durante varios años.

Sin embargo, el libro no alude a aspectos que según mi modo de ver resultan fundamentales. El primero es que omite al distrito de riego que dio vida a la localidad; no abundaré al respecto, salvo decir que la nuestra fue una ciudad que nació como parte de un proyecto gubernamental interesado en ampliar la agricultura de riego. Ese plan funcionó en Delicias; en Anáhuac, Nuevo León, no funcionó, o no tanto. El segundo aspecto es que el trazo de la ciudad de Delicias se aparta de la herencia más común basada en el modelo que destaca una plaza principal, junto a los edificios públicos y la iglesia en cuestión. Es un patrón de origen medieval que nos llegó de Europa (de España). El de Delicias es otra cosa. Es anticlerical en ese sentido, liberal en esa medida. Pretende establecer una igualdad ciudadana encabezada por un Estado laico, desprendido de cualquier presencia o jerarquía religiosa. Por eso la iglesia no se halla en el centro de la ciudad sino a una cuadra de distancia, separada del centro. Igual ocurre en otras ciudades, como Torreón y Tijuana, o Anáhuac, el mencionado gemelo neoleonés de Delicias. Es una ciudad más burguesa que católica o protestante, más capitalista que otra cosa, más igualitaria que jerárquica, más estadounidense que europea; en suma, más secular que religiosa. Tal era la vocación urbana de la Comisión Nacional de Irrigación, nacida en 1926, de la mano de su fundador, el presidente de la República y militar sonorense Plutarco Elías Calles. Sin duda, Calles supo desmenuzar y adaptar a México lo que el mundo moderno de entonces había impulsado en torno a las ciudades, en este caso, la secularización del espacio urbano.

El tercer aspecto que no se menciona en el libro es el empequeñecimiento del trazo que se estudia. Conforme transcurrió el siglo XX el trazo antiguo de Delicias se fue haciendo más y más discreto. Es lo que lamenta el papá del coautor: “Delicias es una ciudad con un trazo muy original y muy bien cuidado, es una lástima que no hayan respetado el orden con el que fue fundada” (p. 9). En los hechos el trazo original quedó como centro histórico de una mancha urbana cada vez más extendida y desordenada. Ni por asomo se salvó de su propio crecimiento, pues no lo respetó. Eso lo puede atestiguar cualquiera que se asome a un plano reciente o al Google Earth. Las nuevas colonias surgieron por aquí y por allá (que si el fraccionamiento Imperial, la División del Norte o la del Empleado, Los Nogales, los Lotes Urbanos) y convirtieron al trazo antiguo en simple testimonio de sus primeros años. En esa ciudad creció uno de los coautores del libro, pero seguramente la coautora lo hizo en una localidad muy distinta. “Sólo amas ciudades que no existen”, decía la uruguaya Cristina Pera Rossi.

De cualquier modo, pese a las ausencias, el nuevo libro es muy valioso y abona a favor de un conocimiento más profesional, con mejor conocimiento de causa, libre por fin de la ideología basada en victorias infundadas y mal habidas. Sin duda, marcará una nueva forma de hacer la historia de la localidad. Enhorabuena. Ojalá muy pronto tengamos el siguiente libro que se anuncia en éste, sobre el fundador de la ciudad, el ingeniero Carlos G. Blake, en ese entonces a cargo del sistema nacional de riego del río Conchos, Chihuahua. Ojalá no consideren a Blake como un personaje de genialidad excepcional, sino como lo que era, es decir, un técnico de su época. Secundo por ello el sarcasmo del arquitecto deliciense asentado en Ciudad Juárez cuando titula como titula un artículo suyo citado en este magnífico libro. Reitero mis felicitaciones a los dos autores.

MUCHAS GRACIAS LUIS…

Hasta pronto… diría Sabines: “NO LO SÉ DE CIERTO… LO SUPONGO…”

Las negrillas y subrayados son responsabilidad del escribidor.

MIGUEL HERRERA GOLARTE

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