Hace más de medio siglo, en lo profundo de las selvas de Guatemala, se descubrió una gigantesca cabeza de piedra. El rostro tenía rasgos finos, labios finos y nariz grande y su rostro estaba dirigido hacia el cielo.
La región donde se encontró la cabeza de piedra, responde al nombre de “La Democracia”, en Escuintla, al sur de la ciudad capital.
Esta región ya era famosa por las cabezas de piedra que, como la encontrada en la selva, también miran hacia el cielo. Se sabe que fueron creadas por la civilización olmeca, que floreció entre el 1400 y el 400 a.C. Sin embargo, la cabeza de piedra representada en la fotografía de la década de 1950 no comparte las mismas características ni estilo que las cabezas olmecas. Inusualmente, el rostro mostraba rasgos caucásicos que no coincidían con ninguna de las razas prehispánicas de América.
El descubrimiento rápidamente atrajo la atención, pero con la misma rapidez se deslizó hacia las páginas de la historia olvidada.
La noticia del descubrimiento surgió por primera vez cuando el Dr. Oscar Rafael Padilla Lara, doctor en filosofía, abogado y notario, recibió una fotografía de la cabeza en 1987 junto con una descripción de que la fotografía fue tomada en la década de 1950 por el propietario del terreno donde se encontró la cabeza y que estaba ubicada “en algún lugar de las selvas de Guatemala”.
Tristemente, la misteriosa cabeza fue destruida por los revolucionarios al ser utilizada como práctica de tiro por los rebeldes antigubernamentales. Esto la desfiguró totalmente, haciendo imposible un estudio profundo de ella.
